martes, 10 de noviembre de 2009

El diseñador del AK-47 cumple 90 años

Mijaíl Kaláshnikov diseñador del fusil más famoso del mundo, el AK-47, cumple hoy 90 años.

El AK-47 es actualmente el arma de fuego más utilizada del mundo (se dice que hay unos 50 millones de fusiles AK-47 en el mundo). Es capaz de disparar 600 proyectiles por minuto y alcanzar un blanco a 285 metros de distancia. Es famoso por su gran fiabilidad, ya que soporta condiciones atmosféricas muy desfavorables sin ningún incidente: es capaz de seguir disparando a pesar de ser lanzada al barro, sumergida en agua y atropellada por una camioneta.

Según cuenta Roberto Sabiano en su libro "Gomorra", Kaláshnikov está orgulloso de su invento y siempre comenta que inventó el arma para "defender a la madre patria en la época en la que lo necesitaba. Si pudiera volver atrás, volvería a hacer lo mismo y viviría de la misma forma. He trabajado toda la vida, y mi vida es mi trabajo."

Parece que Kaláshnikov no muestra el más mínimo rasgo de arrependimiento por haber diseñado el arma de fuego numéricamente más letal de la historia, según relataba Roberto Saviano en su libro.

No existe nada en el mundo, orgánico o inorgánico, objeto metálico u elemento químico, que haya causado más muertes que el AK-47. El kaláshnikov ha matado más que la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki, que el virus del sida, que la peste bubónica, que la malaria, que todos los atentados de los fundamentalistas islámicos, que la suma de muertos de todos los terremotos que han sacudido la corteza terrestre. Un número exorbitante de carne humana imposible de imaginar siquiera. Solo un publicista logró, en un congreso, dar una descripción convincente: aconsejaba que para hacerse una idea de los muertos producidos por la metralleta llenaran una botella de azúcar, dejando caer los granitos por un agujero en la punta del paquete; cada grano de azúcar equivale a un muerto producido por el kaláshnikov.

El AK-47 es un arma capaz de disparar en las condiciones más adversas. Es imposible que se encasquille, está lista para disparar aunque esté llena de tierra o empapada de agua, es cómoda de empuñar, tiene un gatillo tan suave que hasta un niño puede apretarlo. La fortuna, el error, la imprecisión: todos los elementos que permiten salvar la vida en los enfrentamientos parecen quedar eliminados por la certeza del AK-47, un instrumento que impide que el hado tenga papel alguno. Fácil de usar, fácil de transportar, dispara con una eficacia que permite matar sin ninguna clase de entrenamiento. «Es capaz de transformar en combatiente hasta a un mono», declaraba Kabila, el temible líder político congoleño. En los conflictos de los últimos treinta años, más de cincuenta países han utilizado el kaláshnikov como fusil de asalto de sus ejércitos. Se han producido matanzas con el kaláshnikov, según la ONU, en Argelia, Angola, Bosnia, Burundi,Camboya, Chechenia, Colombia, el Congo, Haití,Cachemira, Mozambique, Ruanda, Sierra Leona, Somalia, Sri Lanka, Sudán y Uganda. Más de cincuenta ejércitos regulares tienen el kaláshnikov, y resulta imposible hacer una estadística de los grupos irregulares, paramilitares y guerrilleros que lo utilizan.

Murieron por el fuego del kaláshnikov: Sadat, en 1981; el general Dalla Chiesa, en 1982; Ceaucescu, en 1989. En el chileno Palacio de la Moneda, Salvador Allende fue encontrado con proyectiles de kaláshnikov en el cuerpo. Y estos muertos eminentes constituyen la verdadera carta de presentación histórica de la metralleta. El AK-47 incluso ha acabado formando parte de la bandera de Mozambique y se halla también en centenares de símbolos de grupos políticos, desde al-Fatah en Palestina hasta el MRTA en Perú. Cuando aparece en vídeo en las montañas, Osama Bin Laden lo utiliza como único símbolo amenazador. Ha acompañado a todos los papeles: al del libertador, al del opresor, al del soldado del ejército regular, al del terrorista, al del secuestrador, al del guardaespaldas que escolta al presidente. Kaláshnikov ha creado un arma sumamente eficaz, capaz de mejorar con los años; un arma que ha tenido dieciocho variantes y veintidós nuevos modelos forjados a partir del proyecto inicial. Es el auténtico símbolo del liberalismo económico, su icono absoluto. Podría convertirse incluso en su emblema: no importa quién seas, no importa lo que pienses, no importa de dónde provengas, no importa qué religión tengas, no importa contra quién ni a favor de qué estés; basta con que lo que hagas, lo hagas con nuestro producto.

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