Vale, que ha sido virtualmente, pero me ha hecho la misma ilusión que si estuviera de verdad en cubierta. Si no de que me voy a levantar a las 4 de la madrugada para encender el ordenador y ver a mi barquito doblar el mítico cabo. Y bueno, ya que estaba levantado, he aprovechado para acercarme lo más posible a la rocosa costa del cabo, dura como el diamante, para recorrer menos millas.
Sinceramente, estaba esperando este momento desde hace dos meses, cuando empecé a dar la vuelta al mundo virtual en velero con la Barcelona World Race. Porque el cabo de Hornos es el sanctum sanctorum de la navegación oceánica a vela. Es el equivalente a ascender el Everest para un alpinista. En definitiva, el mayor reto para todos los navegantes del mundo.
Y es que el cabo de Hornos se ha cobrado una enorme cantidad víctimas a lo largo de la historia. Las desapariciones de barcos eran habituales en el pasado. Sólo entre 1850 y 1900 más de un centenar naufragaron en las inmediaciones del cabo, algunos estrellados contra rocas o hielos flotantes y otros por no poder soportar la fuerza de los vientos. Los marineros y piratas de la época adoptaron la costumbre de ponerse un pendiente en forma de aro en la oreja que simbolizaba haber sobrevivido al paso del peligroso cabo.
Y por lo que he leído, según marca la tradición, además del pendiente también tengo derecho a mear a barlovento y a permanecer sentado en presencia del rey.
Estoy pensando... ¿se podrán hacer ambas cosas a la vez?
:-D